jueves, 2 de diciembre de 2010

La inteligencia y el coeficiente intelectual

El hecho de que el cerebro destine la mayor parte de su actividad a la autopercepción, sugiere la idea de que la inteligencia guarda relación con la buena memoria, sólo quien dispone de una extraordinaria capacidad para almacenar datos puede dar a su cerebro la oportunidad de reelaborar internamente la información. De hecho, un gran número de investigadores han demostrado que todos los niños superdotados estudiados por ellos disponían de una memoria extraordinaria, y lo mismo ocurre entre los jugadores de ajedrez, los matemáticos, los compositores y los virtuosos del violín.

El interés por los individuos superdotados ha dado lugar a grandes controversias. Una de las primeras fue desatada por las investigaciones del médico y criminalista italiano Cesare Lombroso (1836-1909), quien en su libro Genio y locura (1864) afirmó que existía una relación entre genialidad y locura. Algunos investigadores norteamericanos, más sensatos, se opusieron a esta tesis y se esforzaron por determinar los factores responsables de la inteligencia para intentar medirlos después. El resultado de estos estudios fue el CI, el llamado «cociente intelectual», que parte de un valor promedio de 100, por debajo de él se sitúa la mitad menos inteligente de la sociedad, y por encima la más inteligente, siendo su curva de distribución exactamente simétrica. Por eso se habla también de una «curva de campana», y uno de los libros más discutidos sobre el carácter heredkaiio de la inteligencia, cuyos autores son Ferrnstein y Murray lleva precisamente por título The Bell Curve.

El cociente intelectual se investiga sometiendo al sujeto de experimentación a distintos tipos de tareas, ordenar conceptos, completar sucesiones de números, componer figuras geométricas, aprender de memoria listas de palabras, cambiar de posición determinadas figuras, etcétera. El test estándar es el Binet-Simon, quien en este test alcanza una puntuación de ciento treinta es considerado una persona extraordinariamente inteligente, y quien logra una puntuación de ciento cuarenta se halla en el umbral de la genialidad —aunque para desdramatizar y evitar el complejo de loco genial, hoy se prefiera hablar de personas superdotadas—.

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